Mi experiencia en el ámbito arqueológico me ha hecho problematizar cuales son los beneficios que la comunidad (léase población, no académica) obtiene de nuestro trabajo. Aunque ya suenan trillados los cuestionamientos hacia quién dirigimos nuestras publicaciones y con qué propósito hacemos arqueología, el panorama para hacer más accesible la información arqueológica no es tan exitoso. Este proyecto es óptimo para articular el involucramiento de la comunidad aledaña a los restos arqueológicos, pues el montículo arqueológico E-III-5 se localiza dentro de las instalaciones de la escuela oficial pública No. 70 “Delia Luz Gutiérrez de Castellanos”, en la zona 7, Ciudad de Guatemala. Durante dos meses dirigimos excavaciones arqueológicas junto a talleres educativos con las estudiantes de 4to, 5to y 6to primaria. Los principales objetivos fueron evaluar cómo se aborda el conocimiento arqueológico que por más de 50 años se ha producido en Guatemala; cómo un programa de este tipo incide en las estudiantes; y cómo las estudiantes se posicionaron en relación a un nuevo conocimiento que desmentía el mito de la desaparición total de los antiguos Mayas.
Los talleres contemplaron actividades programadas bajo una temática que vinculó la importancia de la arqueología para conocer la conexión de la vida cotidiana con el pasado, resaltando la continuidad de los pueblos indígenas desde el periodo Preclásico hasta nuestros tiempos. En acuerdo con la directora de la escuela, estos talleres formaron parte de su pensum de estudios, por medio de la clase de Estudios Sociales. Además de discutir estos temas en cada taller, las niñas elaboraron cuadernos de campo, mapearon su vecindario, elaboraron un mural, hubo interacción con materiales arqueológicos, visitaron las excavaciones, museos y parque arqueológico.
Los cuadernos de campo funcionaron como diarios donde cada niña apuntó sus experiencias y observaciones del proceso de excavación. Basadas en los resultados de las excavaciones, ellas experimentaron el pasado por medio de narraciones cómo si ellas hubiesen sido las protagonistas:
Hace mas de 2014 años yo Andrea Sam vivíamos con mi familia en el montículo E-3-5. Vivimos mucho tiempo, luego con permiso de mis padres construimos otra casa encima de la anterior pero antes tiramos cuchillos, platos, varas, piedras de moler y luego habitamos la segunda casa… para que muchos años después vinieran finqueros y después construyeron calles, casas, colonias y vivieron muchas personas más.
Para realizar el mural las niñas tomaron información básica proporcionada durante los talleres, el diseño reflejo su entendimiento sobre los elementos simbólicos de Kaminaljuyu: el lago, edificios talud-tablero, piedras de moler, piedras hongo, etc. Las actividades permitieron a las estudiantes conocer la historia antigua que no se presenta en sus libros de su escuela, desmintiendo el mito de la desaparición de los Mayas, conectándose con el pasado y empoderándose de la historia de su vecindario.
Agradecimiento a quienes apoyaron este proyecto con financiamiento, comentarios y logística: Julia Guernsey, Charles Hale, Bárbara Arroyo, Antonieta Cajas, Ana Palma, Ana Linares, Marielos López, Jesseica Mejía, Adriana Segura, Patricia Mah, Luis Méndez, Hermelindo Mux, Fernando Poyón, Victor Mendoza, Michael Love y Julio Cotom.